nos
ensordecen con canciones rotas.
Entramos
en los caminos de espinas
siguiendo
en vano el olor de una rosa.
Se
hincan las espinas, sangran los años,
y
otra noche nos sorprende temblando,
helados
de frío y de desengaño.
Ebrios
por beber el agua de la vida,
empezamos
a ahogarnos en sus olas.
Nos
quedamos más ciegos cada día,
pues
buscamos luz y encontramos sombras.
Queda
en silencio nuestro triste páramo.
Se
oye tras el viento el débil murmullo
de
un llanto de corazones quemados;
en
cenizas quedaron los susurros.
Las
espinas cubren el desierto helado
mientras
ando por ellas hacia la nada.
Me
derrumbó el amor envenenado
que
olí en aquella rosa embrujada.
Nunca hay que olvidar, que aunque falsa la realidad que los causaba, los sentimientos no se olvidan ni se marchitan. Que el recuerdo siempre puede ser bueno, aún tras el desengaño. Que no hay que afligirse por lo que creímos ser y no hemos sido ni llegaremos a ser. Seremos otros, diferentes, desengañados, pero siempre con tantas ilusiones para el futuro como en el pasado.
ResponderEliminarMe gusta el cambio en el blog...!