¿Sabes que le pregunté al Sol ayer
a quién reflejaba en tus miradas,
hasta hacer brillar más que él
tus ojos negros en la luna blanca?
¿Por quién suspirabas cada atardecer
cuando el día consumía su magia,
y dejabas tus memorias caer
en dulces lágrimas de nostalgia?
¿Sabes que le pregunté a las olas
que una vez bañaron tus playas,
si ellas también huyeron solas,
con heridas de amor bajo el agua?
¿Si también habían quedado sordas
tras oír los cánticos de las barcas,
donde desembocaban tus lágrimas?
¿Sabes que pregunté a un lucero
hasta dónde llegaban tus luces de ámbar,
guiando a corazones y veleros
hasta donde varaban sus esperanzas?
¿Sabes que le pregunté a una estrella
y qué pedías cuando pasaba la estela
que dejaban los amores verdaderos?
¿Sabes que nadie sabía nada de ti,
que me dijeron que eran mis sueños,
los que estaban hablando por mí,
de sentimientos que no eran ciertos?
Lo dijeron como si lo tuvieran todo claro,
lo que era verdad, y lo que era mentira.
Como si hubiera en el mundo algo exacto.
Como si lo supieran todo de la vida.
El Sol desfallecía, las nubes se ahogaban.
Los violines tocaban tus sinfonías blancas.
Las estrellas se escondían, el lucero lloraba.
Las barcas iban a la deriva en el agua.
Sólo entonces supe que mentían,
que todos sabían lo que era amarte.
Que al tomarme por loco, fingían,
pues ninguno había conseguido olvidarte.
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