domingo, 29 de abril de 2012

El último susurro

Ardieron mis alientos en el fuego
y nuestras risas murieron de lástima.
Eternas llamas de amores de invierno
un día sin viento fueron apagadas.

No hielan el Sol ni paran el tiempo,
ni florecen ya nunca esas miradas.
No brillan los ojos ni los sentimientos,
ni el metal de las espadas del alma.

Ya no eran mis ojos los que hacían
en tu cara brillar las esmeraldas.
No eran ya mis manos las que harían
por tu rostro mil senderos de magia.

Ardía un sueño. Ardía una esperanza.
Y nuestras bocas quedaron selladas.
Ya no tenía el corazón palabras.
Todo estaba dicho. No quedaba nada.

Nuestras vidas en silencio quedaban.
Nuestras voces se oían ya lejanas,
y sólo susurraba entre las llamas,
por última vez, un “no te vayas”.