La gente dice que las matemáticas son perfectas. Una ecuación es perfecta, es precisa, no da lugar a ambigüedades ni a interpretaciones, es perfección en sí misma. Las matemáticas dan varias razones por las que dos rectas paralelas nunca se cortan: ambas tienen la misma pendiente y ordenada distinta, por lo que no pueden tener ningún punto en común, y debido a que todos sus puntos equidistan, nunca pueden acercarse.
Así se comportan las rectas paralelas en el mundo de la perfección, un mundo que en realidad hemos intentado crear nosotros.
Ahora veamos dos rectas paralelas en el mundo real: ¡se juntan!
¿La gente sigue creyendo que la perfección es que dos elementos que tienen tanto en común nunca pueden juntarse?… Qué triste.
Dos rectas paralelas no son dos rectas que no se juntan nunca, sino dos rectas que deciden escapar juntas al infinito, fuera de un mundo donde buscamos lo perfecto, sin saber muy bien qué buscar. Allí nadie las puede ver juntas, y a escondidas, rompen las reglas de la perfección.
Pero, ¿sabéis qué? Las rectas que intentan ser perfectas, se quedan aquí, y se cortan en un punto. Y en su vida, infinita, sólo están juntas un instante. El resto lo dedican a demostrar al mundo su perfección.
Las rectas paralelas no, no quieren ser perfectas, sólo quieren estar juntas. En el infinito, las rectas paralelas no son perfectas, pero son felices, os lo puedo asegurar.